jueves, 19 de julio de 2012

De entrada a la ciudad

Con un octavo aprobado y catorce años de edad, dejamos El Papayo, Guayubín; salimos para Santiago de los Caballeros en busca de un liceo para continuar los estudios secundarios o del nivel medio. Mis hermanas ya vivían en barrio llamado Nibaje, donde en la época cuando no había acueducto en la ciudad había que bajar al Río Yaque a buscar agua y en tiempo de lluvia cuando alguien preguntaba sobre el camino para bajar, los que venían subiendo solo contestaban ni baje y de ahí el nombre del sector.
Mis hermanas cambiaron su historia de tres mujeres campesinas por dos estudiantes en busca de cambiar su futuro. Campesinas, obreras de zona franca y ahora estudiantes en busca de llegar a la universidad. Un gran reto y mira que lo consiguieron.
Ya éramos cinco: tres mujeres y dos chicos. Mi hermano Hipólito estudiante de educación en la Escuela Normal Emilio Prud´Homme, a mí me tocaba la formación nocturna en el Liceo Onésimo Jiménez junto con mi hermana Juliana, mientras Bélgica se preparaba para entrar a la universidad y su deseo de hacerse contable.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La experiencia de una educación nocturna

De niño siempre asistí a una escuela diurna, nunca pensé que podría verme envuelto en un centro público, urbano y nocturno. Pero la realidad de encargó de colocarme frente a esta situación. Contaba con 14 años cuando dejé el campo con sus predios cultivados de víveres, granos, frutas y vegetales. Espacio que luego se aprovechaba para el cultivo de hierbas para el ganado. Esa era la cruda realidad del campesino dominicano. Acostarse con la virgen cordillera y hacerla parir una lluvia de productos agropecuarios. Lógico que esta es una paráfrasis de nuestro Poeta Nacional don Pedro Mir en su poema Hay un país en el Mundo. Era para entonces un manganzón de origen campesino metido de intruso en un barrio de ciudad. Pasado el ciclón David y la Tormenta Federico y su secuela de muertos y desaparecidos arrastrados por las impetuosas corrientes del río Yaque del Norte a su paso por Santiago y sus alrededores, no hubo espacio para la educación debido a que las aulas se convirtieron en los hogares provisionales de cientos de familias damnificadas. Las escuelas fueron los refugios más cercanos para las personas que se había acostumbrado a vivir en las riberas de ríos, arroyos y cañadas. Es entendible que para una de esas familias adquirir una vivienda digna era en medio de una situación catastrófica y ganando la solidaridad de las autoridades. Esas personas habían abandonado sus tierras en un rincón olvidado de Puerto Plata, Santiago Rodríguez, Valverde, Montecristi, Barahona, San Juan, Constanza... para enraizarse como todo buen árbol a la orilla de una corriente pluvial. Las clases no pudieron iniciarse según el calendario escolar previsto. No había un servicio adecuado de agua y luz y las aulas estaban ocupadas por los afectados por el huracán. Pasaron semanas para que las aguas volvieron a su nivel. Tiempo después se iniciaron las clases. Era normal un apagón que interrumpiera las clases hasta el otro día. Eran normales las protestas de los grupos organizados en el liceo Onésimo Jiménez. Fue aquí que supe que existía FELABEL, FJ4 y otros grupos que incidían hacia el interior de los centros secundarios. Así pude ver cómo incendiar una goma, cómo bajar por la calle del Sol porque había que reunirse con los compañeros del liceo Salvador Cucurullo ubicado frente a la Iglesia Catedral Santiago Apóstol, en la famosa escuela Colombia. Esa era la realidad de la educación secundaria dominicana: no se construían centros para los liceos, sino que de día se usaba el centro educativo para impartir clases a los de primaria e intermedia y de noche se aprovechaba para los del bachillerato. Dos años pasaron de bastante éxito. Pasé a tercero y mis hermanas se preguntaban qué iba a ser de mi futuro. De seguro que la mejor opción era ingresar a la Escuela Normal y salir con el título de maestro para alcanzar una profesión de prestigio en la sociedad de principios de los ochenta. Ingresé a duras penas a las puertas abiertas de mi futuro, cuando ya mi hermano Hipólito se había graduado. La escuela nocturna me fue preparando para lo que en el futuro no muy lejano iba a ser el campo de acción de mi labor docente y administrativa. Ya para el año de 1996 estaba de lleno como docente del liceo nocturno Herminia Pérez y para el 2000 ya fungía como subdirector y en el 2004 dirigía dicho centro educativo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Emerger desde la nada

Nos tocó vivir en una casa pequeña, construida de madera, con un piso de cemento y un techo de zinc, tenía dos habitaciones, una sala-comedor pequeños y una cocina pequeña. El baño era compartido para dos familias. Aquí vivía junto mis hermanas Rosario, Bélgica y Rosario y mi hermano Hipólito. Cada mañana mis hermanas partían a sus respectivos trabajos: Bélgica y Juliana a la Zona Franca, Rosario a la Jabonería Valencia. Difícil situación las de mis hermanas: en el día eras obreras dedicadas a las labores productivas y en la noche camino al liceo nocturno Onésimo Jiménez en busca de terminar sus estudios secundarios. Tenía entonces catorce años y me iniciaba en primero del bachillerato. Aquí tuve que aprender a administrar todo un hogar: desde la limpieza hogareña, la compra del colmado, la elaboración del desayuno y la comida, hasta llevar almuerzo a la Zona Franca en las famosas guaguas de ONATRATE (autobuses). Mi hermano entró a la escuela Normal Emilio Prud´Homme para iniciar sus estudios que lo llevarían a convertirse en maestro. Camino que sin saberlo me llevó a seguir irremediablemente sus pasos. Así fueron pasando los años: Rosario se unió con Guarino y la vida le regaló el consuelo eterno de soñar con un arquitecto cuando sus otros hijos ni siquiera se hicieron bachilleres. Bélgica se gradúa de bachiller, entra a la universidad y después de tanto batallar sin lograrlo con un título profesional de administración, finalmente se gradúa de técnico. Por fin deja la Zona y cambia el ambiente ardiente de una empresa textil por el aire de una oficina. Se casa con Negro y la vida le trae a Alexandra y Adamilka. Juliana batalló y batalló hasta que alcanzó su título de bachiller, pero no le fue bien en la universidad, al fin la abandonó. Se casó con Pablo, lamentablemente perdió su primera criatura como es casi normal en países en vías de desarrollo, un niño a punto de nacer con toda la esperanza de sus padres muere por un médico general que nada sabe de obstetricia, luego de ese fracaso inicial llega Romy y Jonathan. Hipólito termina la escuela Normal con el título de Maestro Normal Primario y se dirige a El Papayo, Guayubín en busca de sus tandas de maestro. Quién diría que de un agricultor surge un maestro para enseñar a los niños campesinos. Se casa con Rosa y nace Yamilka y luego Maire. De mí. Me tocó emerger desde la nada. Dos años de bachillerato nocturno, dos años de Escuela Normal y una nueva vida como maestro en medio de la nada. Nada de luz ni acueducto ni transporte. Pero sí un montón de mujeres hermosas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Maravillas del Barrio

El barrio en sí no era ni bueno ni malo, aunque puedes juzgar lo que hacían las personas como correctas o incorrectas de acuerdo a tu punto de vista. Esa porción de la ciudad habitada por obreros de la Zona Franca, CORAASAN, Jabonería Valencia y la Planta Eléctrica de la CDE. Nibaje era el espacio localizado entre las avenidas de Circunvalación y la Franco Bidó y todavía hoy lo sigue siendo. Me recibió como se hace con un muchacho campesino de catorce años, que apenas inicia el bachillerato en un liceo nocturno. Mis padres quedaron atrás, me ganó la ciudad con sus cines, avenidas, centros educativos secundarios y universitarios, parques, industrias... que para mí eran todos completamente nuevos. Así conocí el Doble, el Triple, las Colinas, el Chucho, el Duarte, Colón, Galaxia, Beller... cines que iban desde el sencillo cine del barrio hasta los más sofisticados del centro de la ciudad. Pero el barrio no era un jardín de rosas. Era un conglomerado de calles entrecruzadas formadas por casas de madera y zinc combinadas con construcciones de concreto y casuchas de madera y cartón. Se iniciaban los ochentas y está en boga el primer gobierno del PRD con Antonio Guzmán Fernández como presidente del país. El barrio respiraba en medio de una tradición interminable de barrio que se debatía entre el lodo de la inmundicia (alcohol, drogas, prostitución, homosexualidad y otras tantas barbaridades del actuar del ser humano). Y en medio de ese lodo, la esperanza de una vida mejor. Así se levantaba la luz que encendía la escuela Genaro Pérez, el liceo Onésimo Jiménez, el club Juan Pablo Duarte (UNJUVE)...

lunes, 31 de octubre de 2011

La llegada al barrio

Nada de romántico tuvo mi arribo al barrio. Dejé atrás El Papayo en Guayubín para llegar a Nibaje Santiago. Vaya nombre para un sector urbano de la segunda provincia del país. Nibaje (ni te atrevas a bajar). Cuentan los primeros habitantes que los habitantes de la antigua ciudad bajaban a buscar agua al río Yaque del Norte para las labores cotidianas, pero cuando llovía no había forma de bajar por lo empinado y resbaladizo del camino. De ahí la expresión ni baje (Nibaje o Nivaje como también lo escriben). Me tocó llegar al barrio tres días antes que llegara el Ciclón David a tocar con sus fuertes vientos y lluvias torrenciales todo el país. Nada nos atemorizó tanto como la crecida de ese poéticamente llamado Yaque dormilón. La presa Tavera comenzó a llenarse a plenitud y amenazaba con reventarse y llevarse con ella a toda la ciudad de Santiago y todo lo que le quedaba en su cauce. A pocos metros quedaron las aguas de la humilde casa donde vivíamos marcada con el número ochenta y cinco de la calle cinco del Ensanche Duarte, nombre bonito con el que se conocía el barrio, pero que todo el mundo nombraba Nibaje. Una verdadera tragedia para todos aquellos que vivían cerca de la cuenca del río. Casas destruidas, personas arrastradas, animales ahogados, aguas contaminadas: todo comunicaba destrucción. Milagrosos rescates se dieron a conocer de cómo un helicóptero rescataba a un hombre encima de una mata de coco o unos buzos se lanzaban al seno del río a mostrar sus pericias para cruzar cables eléctricos arrasados por la corriente de ese mar de agua dulce que se desplazaba por las zonas bajas de la ciudad. Los centros educativos fueron los refugios de todos aquellos que lo perdieron todo. Ellos sin nada y nosotros sin educación por unos meses. Después de una tormenta es innegable que viene la calma y con ella mis primeros dos años de educación nocturna en el liceo Onésimo Jiménez Nocturno dirigido por Lidio Reyes.

lunes, 17 de agosto de 2009

Leyendas, creencias y otras barbaridades II

El Galipote
Este es un ser humano que es capaz de transformarse en animales, básicamente para cometer una que otra travesura a los vecinos y amigos. Se cuanta la historia que la señora había guardado en la enramada unos víveres, especialmente la yuca del desayuno. Ella había sentido la presencia de ese burro que intentaba penetrar al interior en busca de esos víveres que había guardado con tanto celo. Sin pensarlo dos veces, tomó la mano con la que amasaba el maíz en el pilón que estaba ubicado en una esquina de la terraza y con ella golpeó en forma inmisericorde al susodicho animal. A la mañana siguiente, observó con preocupación que su compadre caminaba como si estuviera derrengado.
-Comadre, tengo un dolor profundo en la espalda que no me deja caminar con tranquilidad.
-Claro compadre-dijo ella para sus adentros-si usted se pone a ser trabajo de galipote no espere ser tratado como un ser humano.
El bacá
Este es un animal con poderes mágicos para defender los bienes del señor dueño de la finca. Generalmente, el bacá es un toro, un ovejo o un chivo que a través de un pacto diabólico entre amo de la tierra y el mismo Satanás se prometen riquezas abundantes a cambio del alma del ser humano. Ese ser misterioso es el encargado de proteger el ganado de cualquier intruso. Nadie se atreve a robar donde hay un bacá protector.
Más que un hecho real esta parecía una invención de los dueños de fincas para evitar que alguien penetrara a robar sus ganados.

domingo, 16 de agosto de 2009

Leyendas, creencias y otras barbaridades

La serpiente
Según se cree en esta zona del noroeste de la República Dominicana las serpientes terrestres, llamadas culebras, comían todo tipo de animales. Estas ingerían a lo largo de toda su vida una enorme cantidad de grasas y proteínas que las hacía crecer hasta convertirse en unas serpientes de gran tamaño, de tal forma que ya se les dificultaba arrastrarse sobre la tierra. Sólo les quedaba, como último recurso de supervivencia, encaminarse hacia el mar para allí convertirse en lo que se llama la Bestia de la Mar. Este enorme monstruo dejaría un largo camino desde las montañas hasta el mar, que podría ser visto incluso desde larga distancia.
Esta leyenda podría compararse con la historia bíblica del famoso leviatán o el mismo monstruo observado en la película Piratas del Caribe, aunque ahí se asemejaba a un pulpo gigante.
Luciérnagas
Para los campesinos las luciérnagas son llamadas mimitas. Estas se pueden observar en medio de las noches oscuras, más cuando no existían las redes eléctricas. Estas mimitas no eran insectos voladores que deambulaban en medio de la noche. No, eran las almas de los muertos que no encontraban el camino al cielo. Cada una de ellas producía ese temor insensato en la mente de los más chicos sólo con la idea de estar caminando con un muerto por un camino solitario.
Sólo bastaba con mirar la enorme bóveda celeste en la noche oscura para observar la magestuosidad de la Vía Láctea, pero para los campesinos no era más que el camino al cielo que El Señor mostraba a esas almas perdidas en medio de los caminos olvidados de la tierra.