miércoles, 5 de agosto de 2009

Antes del génesis


Desde antes de ser concebido por la gracia de Dios en el vientre de mi madre producto de la unión de Hipólito Peña e Hilda Consuelo Guzmán, ya contaban en la lista de los vivos mis hermanas Rosario, Bélgica y Juliana y mis hermanos Juan Alberto, Diógenes e Hipólito. Además de Erasmo nuestro medio hermano, quien vino a convertirse en un gran locutor de música típica dominicana en la ciudad de Santiago.


Mi familia residía en Villa Lobos, perteneciente al municipio de Guayubín, de la provincia de Montecristi. Dicha localidad era un pujante paraje localizado en el kilómetro 45 de la carretera Duarte en su trayecto Montecristi-Santiago. No obstante, el nuevo trazo de la autopista provocó que Villa Lobos se convirtiera en un pueblo abandonado. Su mal, por el contrario, favoreció el desarrollo de Villa Elisa, tanto así que hoy día es un distrito municipal.


Villa Lobos, cerca del río Yaque, vivía principalmente de la agricultura de riego: tabaco, arroz, plátano y de la crianza de ganado vacuno, bovino y caprino. Estos dos últimos favorecidos por las grandes extensiones de terrenos de clima seco, llamados breñales. Terrenos hoy cercados, desmontados y dispuestos para el cultivo de pastizales para el ganado.


En ese ambiente crecían mis hermanos: arenoso, polvoriento, cubierto de cambronales, raquetas y cayucos. Medio lleno de caminos requete pisados por los chivos y ovejos que deambulan por las inmensas sabanas del pueblo. Era la tierra de David Peña y Pepé Guzmán, mis abuelos paternos y de Vicente Guzmán y Gavina Rosario, mis abuelos maternos.


Era la época que marcaba el final de la era de Trujillo y el inicio tortuoso del camino de la democracia. Era, precisamente, 1964. El año del séptimo embarazo de mi madre. Esperaba su cuarto varón. Cuatro años después del último hijo nacido vivo, luego de una preñez perdida.


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